Pedro Sánchez afirmó hace poco, entre otras iniciativas, su voluntad de sacar la Religión de la escuela, cosa que no ha hecho su partido en 35 años. Ni Felipe González ni Zapatero eliminaron esta asignatura. Menos aún en 1978, ya que el PSOE contribuyó a elaborar y ratificó la Constitución (art. 27.3) en el Congreso.
Por enésima vez en período preelectoral, el PSOE promete la eliminación de la asignatura de Religión (o de lo que queda de ella). Pero permitásenos aclarar que a esta materia ya le había dado el el golpe de gracia el PP. ¿El PP? Sí, el PP, a pesar de que algunos no quieran aceptarlo. La ley Wert (LOMCE), contra los Acuerdos Iglesia-Estado, ha eliminado el caracter de asignatura de fundamental que tenía la Religión. No es obligatorio ofrecerla en Bachillerato, se reduce a la mitad el horario mínimo en Primaria, etc. Esto tampoco lo hicieron González ni Zapatero…
¿Y que decir de la Educación para la Ciudadanía que Pedro Sánchez dice querer retomar en caso de ganar las elecciones? Pues más de lo mismo. Porque la LOMCE del Partido Popular incluye los contenidos de esta asignatura de modo transversal en toda la educación.
Estos hechos demuestran lo absurdo de que todo el dilema de los católicos durante tanto tiempo haya sido la disyuntiva PP-PSOE. Porque, ¿qué importa a los católicos que el PSOE no haya sido coherente con su laicismo o que el PP haya hecho una ley más laicista que los socialistas? ¿Qué importa que Pedro Sánchez pretenda hacer con la asignatura de Religión lo que no hicieron sus antecesores o que el PP haya hecho contra la Religión lo que no hicieron los malísimos González o Zapatero? ¿Qué importa cuál de estos dos partidos persigue menos la Religión? ¿Por qué el discurso de los católicos tiene que estar sometido a esa lucha de poder?
En definitiva, es necesario hablar desde la ética natural y el Evangelio y no desde los programas políticos, las encuestas o la sociología. Y el monopolio de la educación por parte del Estado como la vulneración de la libertad religiosa van contra la más básica justicia natural.
Pedro Oricáin