Libre elección y eutanasia
El Dr. Jacinto Bátiz, secretario de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial, reflexiona sobre la libertad de elección ante la eutanasia en un contexto actual donde no se garantizan las ayudas a la dependencia ni los cuidados paliativos avanzados, en un artículo publicado en El Correo que reproducimos íntegramente a continuación.
Dr. Jacinto Bátiz
Libre elección y eutanasia
El sufrimiento es una dimensión fundamental de la condición humana y un acompañante frecuente en la fase final de la vida. Los profesionales de la medicina somos conscientes de que el único que sabe qué es sufrir y qué le alivia su sufrimiento es el propio paciente. Por eso, ante dicho sufrimiento, la profesión médica no mira hacia otro lado.
Para aliviar el sufrimiento de las personas que padecen una enfermedad incurable, avanzada o en fase terminal, la solución no debería ser su muerte intencionada; es verdad que tal vez sería lo más fácil. Pero para conseguir ese alivio es preciso garantizar una atención de calidad, centrada en el acompañamiento de la persona sufriente para restaurar la calidad de vida que la evolución de su enfermedad le está mermando.
Ha de ser un acompañamiento activo, para controlar todos aquellos síntomas que le provocan sufrimiento. Aunque la intensidad que empleemos para dicho control pudiera adelantar la muerte, esto no sería una práctica eutanásica. Un acompañamiento activo para no provocarle más sufrimiento con maniobras diagnósticas y terapéuticas innecesarias e ineficaces, esto tampoco sería una práctica eutanásica.
Un acompañamiento activo para disminuir la consciencia mediante la sedación paliativa para evitar su sufrimiento mientras llega su muerte, cuando no hayamos podido aliviar su dolor con las medidas empleadas hasta ese momento; si está sedación está bien indicada, bien realizada y autorizada por el enfermo será una buena práctica médica.
Si todo lo anterior se hace adecuadamente, se estrá ayudando a que los enfermos no sufran. Pero si no somos capaces de poderles ofrecerles esta atención, bien por falta de recursos socio-sanitarios, o bien por falta de formación de los profesionales, tal vez se vean abocados a solicitar el adelantamiento de su muerte. ¿Sería esto una verdadera demanda de la eutanasia?
Es muy importante potenciar la ayuda a las personas dependientes que, actualmente, llega tarde en demasiadas ocasiones a los enfermos en fase avanzada y terminal. En España, por término medio, mueren más de 100 enfermos cada día con la ayuda a la dependencia ya concedida, pero aún no otorgada, y eso sin considerar a los que están en el periodo de espera —de 426 días de media en España— desde que la solicitan hasta que se les concede. Además, es fundamental la atención a las necesidades psicológicas y espirituales de los pacientes y sus familias, especialmente en las situaciones de mayor complejidad, situaciones en las que no son suficientes los recursos generales de atención primaria y las especialidades hospitalarias que los atienden (medicina interna, geriatría, oncología, etc.) y está indicada la intervención de los recursos avanzados en cuidados paliativos. Esos recursos actualmente no llegan ni a la mitad de los pacientes que los necesitan.
En este contexto socio-sanitario, la eutanasia no sería una elección libre para muchas personas que simplemente quieren que se les libre de su sufrimiento, no de su vida. Para que fuera libre, sería necesario que existieran esas opciones a las que hoy no pueden acceder estos pacientes. Al legalizarla podríamos crear un escenario en el que, para el alivio del sufrimiento de las personas con enfermedad avanzada o terminal, éstas no puedan recibir la ayuda a la dependencia que alivie la carga familiar en el momento en el que la necesitan, y tampoco puedan elegir el ser atendidos por recursos de cuidados paliativos avanzados en las situaciones de complejidad, pero sí pueden “elegir libremente” que los médicos acabemos con sus vidas. Por lógica muchos acabarán eligiendo lo único que les garantizamos, pero esa no es una elección totalmente libre sino condicionada en buena parte por las circunstancias.
El ayudar a una muerte en paz es uno de los fines de la Medicina, tan importante como el prevenir la muerte prematura, diagnosticar y tratar enfermedades. La profesión médica, ante quien se encuentra en el final de la vida, tiene el deber de acogerle, de protegerle del sufrimiento y acompañarle para ofrecerle todo lo que necesite hasta que llegue su final. Para ello, no deberá alargar su vida con la obstinación terapéutica, prolongando una agonía innecesaria, pero tampoco deberá acortarla deliberadamente a través de la eutanasia o colaborando en el suicidio médicamente asistido. Sí deberá aliviar, de manera enérgica, su sufrimiento mientras llega su muerte.
Estos imperativos deontológicos están recogidos en el Código de Deontología Médica vigente. La discusión profesional será si estamos dispuestos a que, dentro de esa ayuda a morir en paz, se incluya como derecho del paciente y deber nuestro como médicos la opción de que acabemos con su vida. ¿Por qué tanta lentitud política en promover los cuidados paliativos para toda la población y las prisas por legalizar la eutanasia?
Dr. Jacinto Bátiz
Director del Instituto para Cuidar Mejor
Hospital San Juan de Dios de Santurtzi
Fuente: medicosypacientes.com
(Organización médica colegial de España)