Esta oración, compuesta por el Cardenal San John Henry Newman (1801-1890), la rezaba a diario la Madre Teresa de Calcuta (1910-1997) y así lo hacen hoy en día también sus hijas, las Misioneras de la Caridad, después de la Eucaristía diaria.
¡Oh Jesús!
Ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya.
Inunda mi alma de tu espíritu y vida.
Penetra en mí y aduéñate tan por completo de mí
que toda mi vida no sea más que una irradiación de la tuya.
Resplandece a través de mí y permanece en mí de tal manera
que cada alma con la que entre en contacto
pueda sentir tu presencia en mí.
Que, al verme, no me vean a mí, sino a Ti en mí.
Permanece en mí, de suerte que resplandezca con tu mismo resplandor
y que mi resplandor sirva de luz para los demás.
Que mí luz venga toda de Ti, oh Jesús:
y que ni el rayo más leve sea mío.
Sé Tú el que iluminas a otros por mi medio.
Pon en mis labios la alabanza que más te agrada
iluminando a otros a mí alrededor.
Que, más que con palabras, te pregone con los hechos,
con el destello visible del amor
que de Ti viene a mí corazón.
Amén.