Miguel de Unamuno tenía claro qué es lo que se esconde dentrás de la neutralidad de la denominada escuela laica. El gobierno «neutral» de la República prohibió los crucifijos en las escuelas y la enseñanza religiosa. Esto es lo que escribió el ilustre literato vasco ante esas medidas legislativas:
«La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aún al de los racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa«.
(Guerra incivil cavernícola, El Sol, Madrid, el 29 de enero de 1932)