IGLESIA DIOCESANA, 20 ENERO 2024
Alocución de Mons. Mikel Garciandía Goñi en el Inicio de su Ministerio como Obispo de Palencia
Dios, Padre de todos nosotros, te adoro y te bendigo por medio de tu Hijo Jesucristo en tu Espíritu Santo. ¡Santa María de la Calle, valedme!
“Heme aquí Señor, Heme aquí. Sin reservas, sin tardar, sin vuelta, por amor… heme aquí porque me has llamado”. Palabras de un santo de mi devoción: San Michel Garikoitz: “me voici Seigneur, huna ni Jauna!”
Señor Nuncio de su Santidad, queridos hermanos diáconos, sacerdotes y obispos: Srs. cardenales y arzobispos que me acompañáis.
Ilustrísimas señora alcaldesa de Palencia, y alcaldesa de Etxarri Aranatz, mi pueblo natal, nire herriko alkatesa anderea. Ilustrísima presidenta de la Diputación de Palencia y presidente del Parlamento de Navarra. Excelentísimas autoridades que representan a las administraciones públicas y políticas, autoridades civiles, miembros que se encargan de mostrar el rostro de la judicatura, personalidades académicas que formáis el futuro, autoridades militares y cuantos formáis los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, policía local, bomberos y tantos servidores públicos que ayudáis a nuestra ciudad y pueblos cada día.
Queridos diocesanos hijos e hijas, feligreses, de esta Iglesia bendita de Palencia que peregrina como laicos, consagrados, sacerdotes y diáconos. Cámara clásica de la Catedral, Regina Apostolorum de Grijota y Coral de Etxarri Aranatz, gracias, eskerrik asko bihotz bihotzez. Querido deán y cabildo de esta magnífica catedral, verdadera casa de todos.
Queridos familiares y amigos que habéis venido de Navarra y de tantos lugares y habéis querido acompañarme hoy y aquí. Aita, anaiok, goñatak, hilobak, osaba izeba, lehengusu eta adiskideok. (padre, hermanos, cuñadas, sobrinos, tíos, primos y amigos). Queridos miembros de mi comunidad de Zamartze, y devotos de San Miguel, cofrades y casas de hermanos. Queridos miembros de la Unidad de Atención Pastoral de Aralar y de toda la diócesis de Pamplona y Tudela.
Y os bendigo a todos los que nos seguís a través de la televisión y los medios digitales.
Sin reservas, sin miradas atrás, sin más respuestas que mi persona me presento ante vosotros. Hoy ha resonado en esta eucaristía de mi consagración episcopal, de inicio de ministerio en esta diócesis de Palencia, el Evangelio de San Marcos, que nos acompañará en este año litúrgico.
He vivido estos años tratando de configurar mi vida en el Señor y responder con verdad en mi servicio ministerial y así lo he tratado de vivir en mi diócesis, y en el monasterio de San Marcos, de Zamartze en Navarra, y, así, llego para habitar en la calle de San Marcos en Palencia. Este evangelio me persiguió un tiempo, sobre todo desde que mi hermano Alfon entró al Seminario y yo andaba debatiéndome con mi propia vocación. Llamó a dos hermanos, Santiago y Juan, y a otros dos, Andrés y Simón, a quien llamará Pedro. Las primeras palabras que pronuncia Jesús en ese Evangelio son las que se han proclamado hoy: “el tiempo se ha cumplido y el Reino de los cielos está cerca: convertíos y creed en el Evangelio”.
Hoy he entrado en esta preciosa catedral por la puerta del obispo, recién restaurada y quiero leer este hecho como un símbolo de nuestro tiempo. En la iglesia, necesitamos restaurar, como diría San francisco de Asís, nuestra Iglesia y nuestro enorme y maravilloso patrimonio palentino. Pero no debemos resignarnos a hacer, del arte, de las obras del pasado una especie de tanatorio. Han de ser un verdadero paritorio, lugares para despertarnos de nuestra modorra cultural, y activar la búsqueda y el deseo de plenitud que toda persona lleva dentro.
El arte cristiano nació y es una catequesis viva que muestra cómo las parroquias son las embajadas del cielo que anticipan el gozo de la casa del Padre Dios, y que la catedral es la Domus, la casa de los católicos, en cuya cátedra, se enseña y alienta el Evangelio y la Tradición viva de la Iglesia. Los artistas tejieron, pintaron, labraron y tallaron la carta de amor de un Dios amigo de la Vida y que quiere anticipar la belleza y la luz del cielo en esta tierra de sombras.
Cuando Benedicto XVI escribió el documento preparatorio para el año de la fe, titulado “Porta fidei” decía:
“La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida” (n.1).
Es importante que los creyentes y seguidores de Jesús abramos puertas, derribemos muros, bastiones, salgamos de nuestras trincheras y hagamos de la comunidad cristiana un hogar abierto y acogedor para todos.
Sancho III de Navarra restauró esta diócesis hace mil años, y la cimentó en el testimonio martirial de un diácono de las Galias, San Antolín, que se atrevió a enfrentarse al arrianismo, herejía dominante por aquellos tiempos en la cristiandad, y que sostenía que Jesucristo puede ser un ser celeste, pero que de ninguna manera puede ser considerado igual a su padre Dios. Según ellos, no es posible una comunión total entre Dios y la criatura humana. Provengo de Navarra, tierra en la que la fe católica resistió al arrianismo, y fundamentó la defensa de la fe con la ayuda de Santa María la Real, nuestra Reina, y del arcángel San Miguel.
En nuestro tiempo, las amenazas físicas y la persecución a los cristianos y otros credos son terribles y numerosas en muchas naciones de África, Asia y América. Pero entre nosotros, aun no siendo tan evidentes, tan externas, son también profundas, de modo que la frágil barca de Pedro sigue sufriendo los embates del mal, en primer lugar, por nuestros pecados propios y, en segundo lugar, porque el mal se establece bajo figura de bien en nuestra sociedad llevándonos de la mano de la indiferencia. Cada vez nos encontramos con más comunidades cristianas sumidas en la perplejidad y el desconcierto, necesitadas de retomar con vigor y esperanza la visión, el sueño, la causa de Jesucristo. El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. No valen los extremismos de quienes se refugian en un pasado dorado que nunca existió, ni en un futuro ideal que llegará a golpe de programas ideológicos con pretensiones absolutas y totalitarias. Lo que vale es la radicalidad del Evangelio de Jesús, sin glosas ni falsas adecuaciones.
Queridos hermanos, la Buena noticia del Evangelio me hace que hoy quiera comprometerme y me comprometo a luchar en favor de la vida humana, especialmente, de todas las víctimas de los abusos de cualquier tipo en el seno de la Iglesia y en nuestra sociedad, por los más necesitados, por los enfermos, por los ancianos, por los que serán privados de su derecho a nacer. Los descartados por los que aboga nuestro Papa Francisco nos deben doler y movilizar de una manera tan vigorosa como creativa.
Los retos de la fe cristiana, en este momento, son nuevos, tanto en su manera de formularse como en su manera de presentarse, pero CREO que la novedad del evangelio sigue siendo válida y vigente de cara a la realidad actual. Confío en vosotros jóvenes y en cuantos estáis implicados en la pastoral vocacional. Dios Padre nos llama a todos a la vida, Dios Hijo nos invita hoy a seguirle con gozo y el Espíritu Santo nos invita a ser testigos de su Amor de cara a todos, sin exclusiones ni reservas.
Estáis aquí reunida, congregada, una amplia representación de nuestra iglesia local que peregrina en Palencia. Y me alegra incorporarme a una diócesis que está en pleno proceso de articular una pastoral más orgánica desde los arciprestazgos y las unidades pastorales. Con mucha humildad, pero con esperanza, me da cierta confianza contar con mi experiencia coordinando nuestra Unidad de Atención Pastoral en mi tierra para unirme a vuestro caminar. Nuestro plan de pastoral Palentino inició su camino en 2023, y abarca, como sabéis, hasta el 2026:
“Soñar juntos”, sin reservas. Os inspiráis en la “Fratelli tutti” del Papa Francisco que yo hago mía: “soñemos como una única humanidad, como caminantes en la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”.
“Acoger lo que nace”, sin reparos. Acoger las semillas que nacen, los signos de los tiempos, las señales de Dios en la realidad de la gente y de los pueblos, de la cultura y de la sociedad.
“Acompañar lo que crece”, sin retorno, sin vuelta, ni miradas atrás. Acompañar el crecimiento, los procesos y la vida de las personas y de los grupos de nuestras comunidades y de otros colectivos de nuestra tierra.
Gracias por dejarme participar de este plan pastoral y acoger que, a partir de ahora lo coordine y lo lleve a la comunión, a la realización eclesial. Me alegra presidir en el Señor a una comunidad que anuncia el Evangelio, que cuida la vida y celebra la fe.
Heme aquí Señor, Heme aquí. Gracias por vuestra oración continua y sostenerme en esta tarea que llevaremos conjuntamente. Gracias Señor por este Pueblo, ya mi Pueblo Palentino. San Miguel arcángel, San Antolín, San Manuel González, y San Rafael Arnaiz, rogad por nosotros.
Fuente: Diócesis de Palencia