ESCUELA PÚBLICA Y RELIGIÓN

POR Mª NIEVES BILBAO, *PRESIDENTA DEL FORO ERELGUNE

Lunes, 5 de Marzo de 2012

ESTOS días hemos leído numerosas noticias en torno a una campaña que defiende un modelo de escuela laica en el que la asignatura de Religión se imparta fuera del horario lectivo. Esta campaña ha sido financiada con fondos públicos y en ella han colaborado diversos agentes sociales.

Desde nuestra visión, habría que hablar mejor de una escuela pública no confesional, como se plantea en el resto de Europa, pues Francia es una excepción, y suele tenerse como norma, incluso en Alsacia-Lorena, actualmente francesa, existe la religión en la escuela pública no confesional

Da la impresión que la asignatura de Religión es el único problema que existe en la escuela pública vasca y se olvidan de que además de trípticos y revistas esa campaña de «religión cero» ha contado con diversas presiones a algunas familias para que no se apunten: «tu hija va a ser la única», «quienes se apuntan a la religión van a fastidiar a los demás… ¿Y tú, no vas a ser de ese tipo de gente no?»…

Nadie ha negado que en la alternativa a la religión no se eduque explícitamente en valores, pero esa criminalización de la asignatura de la religión cuando educa en valores tiene algo de excluyente. Y si en esa educación en valores se encuentra también la asignatura de religión, la escuela pública será más pluralista, porque estando la religión como asignatura es ya más democrática, pues cada año se apunta quien lo desea. ¿Por qué no tender puentes, en vez de excluir? Lo que se quiere en realidad es excluir a la religión católica como asignatura en la escuela pública. Que no se hable, por favor, de ponerla una hora antes de que comiencen las clases, o una hora después, porque estamos hablando de una asignatura con un currículo propio.

En todo caso, habrá que abogar porque la alternativa tenga un currículo propio y se eduque verdaderamente en valores, que son muy necesarios en la sociedad hoy en día. Las familias que se apuntan en la asignatura de Religión saben que sus hijos e hijas recibirán una educación en valores; pero las que optan por la alternativa no tienen una asignatura específica que trabaje los valores humanos.

Hoy, en algunos sectores, se considera laicidad a la exclusión de la religión del espacio público. La religión, desde sus orígenes, ha estado presente en el espacio público. Es lógico que un estudio de las religiones fuera de la opcionalidad creyente excluya la relación con el misterio y los contenidos fundamentales se limiten al estudio de lo que se percibe como narración, el culto, la moral, la enseñanza, el colectivo religioso, que son las mediaciones religiosas, construcciones culturales que forman parte del patrimonio de la humanidad y del tiempo al que pertenecen. ¿Por qué excluir que se pueda hacer desde dentro? Los contenidos de las religiones son formas de pensamiento con estructuras y funcionamiento propios. Las formas de expresión del pensamiento religioso se concretan en un lenguaje propio que es el lenguaje de los mitos, el culto, el juicio moral y un sentido propio en la interpretación de la realidad que utiliza esquemas lógicos del lenguaje racional y que propicia un esquema de significación propio. Esa interpretación subjetiva no es verificable y no existe para la persona no creyente, aunque para una persona creyente sea un sí. Pero si es imprescindible pedir a las religiones que no se pongan por encima de los saberes profanos y que sepan utilizar consecuentemente los avances de las ciencias humanas, de la misma forma hay que ser consecuentes y no falsear los datos sobre el pensamiento religioso. En ésta, como en todas las áreas de conocimiento, hay que tener en cuenta las capacidades o estructuras mentales de conocimiento que posee el alumnado en cada etapa de su desarrollo. Lo fundamental, especialmente en las primeras etapas, no es saber qué es lo más importante de cada religión sino cuáles son los conocimientos adecuados a las estructuras mentales o capacidades de conocimiento del alumnado. Eso es lo que debe preocupar a una asociación de familias. Los contenidos de las religiones surgen en la mente de las personas, en sus diferentes etapas, como resultado de un contacto con la realidad, sus construcciones mentales parten de las capacidades personales en las que van definiendo su propia identidad: crecer, elegir, no tener miedo, estar triste o alegre, cuidar las cosas, vivir en grupo, dar y prestar, las peleas, las mentiras, la relación con el mundo… En estas y otras acciones se realizan las preguntas de sentido y aunque son los modelos adultos los esquemas de significación que dan sentido a los modos de vida, pueden entrar en diálogo y confrontarse con los modelos que presentan las narraciones míticas, las acciones de culto y las normas morales. La clase de religión no se presenta en abstracto, con sus definiciones, porque ha de adaptarse a cada proceso educativo escolar. Será necesario también analizar el presente y abrirse al pensamiento socializado, donde está presente la función simbólica del pensamiento. Así, los signos cultuales, las narraciones, y los modelos de conducta de su entorno pueden ser analizados desde sus intereses. La tarea educativa es encontrar respuestas de sentido desde la capacidad cognoscitiva de cada cual.

Naturalmente que la Iglesia no es la única respuesta a las preguntas de sentido, pero da la impresión de que, desde algunos sectores, su respuesta, una entre otras, no es aceptable, y quizá ahí radique el problema de quienes hablan de respeto y tolerancia. ¡Qué sería de Europa, por no ir más allá, si la Iglesia no se hubiese preocupado por la educación! Cuando todavía no existía el estado como hoy se entiende, la Iglesia se ocupaba de esa necesidad perentoria, como es la educación.

Que nuestros jóvenes y nuestra sociedad no saca precisamente un diez en valores no lo han dicho solo los obispos; sino también otros muchos especialistas del mundo educativo. Nos tendremos que preguntar si la escuela pública y concertada apuestan por una formación integral, cuando hay planteamientos que quieren que la dimensión religiosa salga de la escuela pública. Ya sabemos que los valores no son patrimonio de ninguna confesión, pero resulta al menos poco respetuoso considerar que una confesión determinada transmite valores inaceptables.

Se habla, también, de competencia, cuando se quiere decir competitividad. Ahora resulta que la competencia lectora o científica, el índice temprano de abandono, el desaprovechamiento del tiempo , y cómo responder a la diversidad dentro de las aulas se resuelve quitando la clase de religión del horario escolar. Y no se habla de una educación en competencias, sino de necesitar más tiempo para adquirir las competencias de cada materia. En fin, determinado alumnado va a ser más competitivo de ahora en adelante. Es un nuevo dogma, pero interesante.

Fuente: www.deia.com

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