martes, 06 de marzo de 2012
DIOS ENSANCHA LOS LÍMITES DE LO RACIONAL
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Apunta a tu hijo a la clase de Religión.
La asignatura de Religión. Necesidad y derecho.
En relación con la justa autonomía de las realidades temporales, el Concilio Vaticano II enseña que “muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia”. Y continúa:
Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. (…) Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador se esfuma. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia creatura queda oscurecida” (GS, 36).
El temor de algunos al que se refieren los padres conciliares se debe, quizás, a la ignorancia, pero es lo contrario: lo que Cristo propone al hombre es una auténtica promoción de todo lo que es profundamente humano.
Además, al recordar y sancionar solemnemente la universal vocación a la santidad en la Iglesia, afirma el Concilio: “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, que es una forma de santidad que promueve, aun en la sociedad terrena, un modo de vida más humano” (LG, n. 40).
Emerge así la necesidad de una educación religiosa, en el marco de una educación, que no es mera instrucción, que debe ser completa.
La enseñanza de la Religión -calificada acertadamente como optativa- es, para los que lo quieren entender, algo necesario y que la legislación protege: es un derecho de los padres y de los alumnos.
Los frutos de una educación completa, que incluye la dimensión espiritual del hombre, el sentido de la trascendencia, son evidentes: el respeto del hombre, de su dignidad; la justicia…; con palabras de Benedicto XVI: “el bien integral de la persona y de la humanidad entera”.
Es significativo el lema que Benedicto XVI escogió para su viaje a Alemania: “Donde está Dios, hay futuro”. Allí citó las palabras de Romano Guardini: “Sólo quien conoce a Dios conoce al hombre”.
No hay peligro de que la Iglesia se inmiscuya en la esfera del Estado: al contrario. Como escribió González de Cardedal: “La Iglesiaexiste desde Dios para los hombres y se realiza en la sociedad, invitándola a abrirse a aquella plenitud que deriva de la revelación de Dios en Cristo y del don de su Santo Espíritu.La Iglesiagana con la perfección de la sociedad y la sociedad gana con la santidad dela Iglesia”.
Los medios de comunicación nos informan estos días de que en Rusia han restaurado la asignatura de Religión; y que la ministra británica Sayeeda Warsi, musulmana, dijo en la Academia Pontificia Eclesiástica: “Para asegurar que la fe tiene el espacio adecuado en la esfera pública, para fomentar la armonía social, la gente tiene que sentirse más fuerte en su identidad religiosa, más segura en sus creencias. En la práctica, esto significa que los individuos no deben diluir su fe y que las naciones no nieguen su herencia religiosa”. Y esto, es más que la “educación en valores”.
Dios ensancha los límites de lo racional, porque hay más de lo que se puede “experimentar”: “Dios es la verdadera estrella que orienta al hombre” escribió el Beato Juan Pablo II en la Encíclica Fides et ratio.
Por eso es necesario ofrecer a la sociedad el sentido de la trascendencia, la vida del espíritu.
Aún más; os animo, como en aquellos anuncios de hace años, a que no os contentéis con asegurar la asignatura de la Religión para vuestros hijos, sino que animéis a vuestros familiares y conocidos, a los vecinos, para que también ellos proporciones a los suyos este gran bien.
Fuente: www.revistaecclesia.com