01/02/2017 Tomás Leache
El pasado 19 de enero, el Parlamento de Navarra aprobó una moción presentada por Izquierda-Ezkerra instando al Gobierno a reducir el horario de la asignatura de Religión al mínimo que permite la ley (una única sesión semanal).
En el debate parlamentario de la moción se pudieron oír argumentos de todo tipo para justificar esta propuesta. Se habló de la necesaria neutralidad ideológica del Estado, que no debería ampara ningún tipo de “adoctrinamiento” o de la libertad religiosa, que implicaría una escuela laica, así como la necesidad de una educación democrática, plural y científica.
Estos argumentos suscitan no pocos interrogantes. ¿Cómo se puede hablar de neutralidad ideológica del Estado cuando son los partidos políticos los que elaboran las leyes educativas y deciden qué tienen que estudiar los niños y jóvenes? ¿Acaso los partidos políticos no tienen ideología alguna? ¿Cómo hablar de neutralidad si el poder político se erige como la única fuente de la moralidad y de los valores?
Por otra parte, ¿cómo va a ser el laicismo la condición ‘sine qua non’ de la libertad religiosa? ¿Es libertad religiosa impedir que la Religión pueda ser enseñada en la escuela? Pareciera que la única libertad que existe es la que tienen algunos de definir la realidad de las cosas a su imagen y semejanza… Nadie cuestiona la legitimidad y la autonomía del poder político, pero hay derechos previos a la política. Uno de ellos es el que tienen los padres a educar a sus hijos. Otro es el de la libertad religiosa. Los políticos no otorgan los derechos fundamentales, por eso tampoco pueden quitarlos. La democracia no consiste en aplastar los derechos fundamentales de la persona y la sociedad.
Tampoco estaría de más recordar que son los ciudadanos, vía impuestos, los que sufragan la educación pública. No parece descabellado pensar entonces que la educación tendría que estar al servicio de la sociedad. Son las mismas familias que sostienen con sus gravosos impuestos la educación las que ven conculcados sus derechos con estas actitudes sectarias.
Los políticos dicen apostar por la educación pública. Pero no es de todos una educación que monopolizan los partidos políticos. Sus señorías deberían reflexionar sobre el hecho de que, desde los años setenta, se han hecho nada menos que siete leyes educativas distintas. ¿Es eso estar al servicio del interés público? No es menos importante que, según el CIS, los ciudadanos consideran a los partidos políticos uno de los principales problemas de este país.
Fuente: www.diariodenavarra.es