13/05/2018 Diario de Navarra
María Gay-Pobes Vitoria
– Mamá, el año que viene voy a estudiar Cultura Científica en vez de Religión. Reli es un rollo y nadie va a apuntarse-.¡Menudo rebote me pillé! ¡No me lo podía creer! El enfado lo descargué contra mi hijo, pero la culpa no la tenía él. En primer lugar la tenía yo. Porque había descuidado su educación hasta el punto de creer que apuntarle a un colegio con valores cristianos era garantía de éxito en su formación religiosa, sin darme cuenta de que es en casa y en el día a día donde, principalmente, se forma un cristiano, con el ejemplo de vida de sus padres. No es un tópico. Es una gran verdad. Y la coherencia cristiana es un tema pendiente en mi vida. Menos mal que por encima de todo Dios es misericordioso, conoce mis limitaciones y me quiere como soy. La otra parte de culpa la comparto con el resto de nuestra sociedad en la que ha calado el error de entender que un Estado aconfesional es un estado en el que no cabe la religión. Esto no es cierto. Una cosa es que el Estado, sus estructuras, instituciones y normas, sean ajenas a los dictados de una u otra creencia y otra cosa es que la religión deba desaparecer de la sociedad o quedarse en el ámbito de lo estrictamente privado, como si ser creyente fuera algo oscuro que debiera mantenerse en secreto. La religión debe estar presente en la educación de nuestros hijos como parte de una formación integral de la persona. Debe ser parte irrenunciable de las asignaturas que cursen. A esta conclusión llegué tratando de dar razones a mi hijo para que entendiera por qué era importante estudiar Religión. Claro que durante los años de formación académica, una persona debe aprender historia, matemáticas, biología y lengua, pues son materias que nos ayudan a entender el mundo tangible que nos rodea. Pero tan importante o más es aprender que el ser humano tiene también una dimensión trascendente. Un ansia de conocer a Dios. Si no enseñamos a nuestros niños y jóvenes esta realidad los estaremos formando sesgadamente. Les estaremos privando de la posibilidad de desarrollarse íntegramente como seres humanos. Porque en la vida surgen problemas que se resuelven con el conocimiento de la física y de la lengua, pero los más importantes no son resolubles con estas herramientas. Demosles la oportunidad de saber que el hombre también puede mirar hacia arriba y, en el caso de la formación cristiana, conocer a un Dios Padre amoroso que les invita a ser solidarios con los demás – “ama al prójimo como a ti mismo”- y les promete una vida en eterna felicidad. Esta sociedad necesita clases de religión.