RICARDO FERNÁNDEZ GRACIA
PROFESOR DEL DEPARTAMENTO DE ARTE DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA
L A devoción hacia la Virgen del Pilar en Navarra es secular y especialmente patente desde los sucesos milagrosos del siglo XVII. El milagro de Calanda (1640) y su patronato sobre Zaragoza (1642) y Aragón (1678) fueron hechos que no pasaron inadvertidos en tierras navarras.
Además, la mismísima imagen de Zaragoza es una escultura de estilo gótico franco-borgoñón de hacia 1435, atribuida al imaginero de Daroca Juan de la Huerta, que, probablemente, fue donada por Dalmacio de Mur con el mecenazgo de doña Blanca de Navarra, mujer de Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una enfermedad que había aquejado a la reina por aquel tiempo.
En casi todos los casos los ejemplos de iconografía pilarista en Navarra siguen muy de cerca el célebre icono aragonés. María aparece en pie sobre la columna y peana de ángeles. Figura como Reina y Madre, coronada, con regio vestido de tipo gótico de gran recato, abotonado desde la cintura y con el cuello alzado y también abotonado. La larga vestidura o túnica se ciñe por cinturón abrochado, y deja ver en su parte inferior el calzado. Una gran pieza a modo de manto le sirve de capa y envuelve a la figura a la vez que le sirve de tocado. Con la mano derecha sostiene un amplio pliegue y con la izquierda al Niño Jesús que apoya también en la cadera y brazo maternos. El Niño aparece desnudo y sujeta un avecilla, acaso la paloma simbólica de la divinidad o del alma humana.
Ermitas, retablos, imágenes de madera y alabastro, pinturas sobre tabla o lienzo, estampas, medidas y otros objetos de devoción popular son fieles testimonios que nos hablan de costumbres, devociones y patronos en torno a la Virgen del Pilar. De modo muy particular hay que mencionar las cofradías del Pilar en Navarra. Gregorio Silanes en su estudio recoge las existentes a fines del siglo XVIII, localizadas en Pamplona, Tafalla, Sangüesa, Falces, Arróniz y Lerín.
Respecto a las ermitas dedicadas al Pilar destacan la de Urzante, Lecumberri y las de tierras baztanesas, en donde apenas hay advocaciones particulares marianas como en el resto de Navarra. Las ermitas de Garzain -reedificada en 1816- y Maya muy reformada en 1879, así como la situada en el señorío de Egozcue en Ciga dan testimonio de la devoción pilarista en el Valle.
Una ermita con especial culto fue la de la Virgen del Pilar del Puerto de Osquía en Atondo, erigida en 1570 por Pedro Atondo. Curiosamente y pese a llevar la advocación del Pilar las estampas de la imagen de Osquía no presentan ninguna de las características iconográficas del icono zaragozano.
Pamplona
Pamplona ha contado y aún conserva imágenes de iconografía pilarista. El último siglo ha estado marcado en la capital Navarra, entre los devotos de la Virgen del Pilar, por la reproducción en mármoles de la Santa Capilla del Pilar que se encuentra en la pamplonesa parroquia de San Nicolás (1912). El culto pilarista en la citada parroquia tuvo varios hitos a lo largo de los siglos. Entre ellos figura la construcción del primitivo retablo en 1675 por Miguel de Bengoechea por encargo de un navarro residente en Zaragoza, Miguel de Labiano. El retablo se puede identificar con el actual del Corazón de Jesús, por el estilo y la presencia en el ático de San Pedro Arbués, tal y como se especificaba en el contrato de la obra. El motivo de haber recibido Bengoechea este encargo deberá ponerse en relación con sus estancias en la capital aragonesa, relacionadas con las obras reales.
En la sacristía capitular de la catedral se encuentra una imagen en plata de la Virgen del Pilar, custodiada en una de las hornacinas rococó del conjunto. Junto a la imagen se conserva un trozo de tierra del lugar de la aparición de la Virgen en Zaragoza.
En el coro alto de las Agustinas Recoletas se conserva una pintura en un exuberante marco de madera rizada de mediados del siglo XVII. En la sala capitular del mismo convento se conserva una escultura de la Virgen del Pilar, donativo del conde de Grajal a la Comunidad con motivo de la visita de Felipe IV a Pamplona. En el inventario de 1647 se anota así: «una ymajen de escultura de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, que nos enbio el Conde de gramal, en agradecimiento de aberle hospedado en el cuarto quando estuvo su Majestad en esta ciudad«.
En la parroquia de San Lorenzo y en un ático de un colateral de las Carmelitas se pueden contemplar también imágenes de la Virgen del Pilar.
La devoción de los pamploneses y navarros se acrecentó gracias a las numerosas peregrinaciones al Pilar celebradas con gran pompa e incluso con himnos especialmente compuestos. El Boletín de la Diócesis da cuenta de las de 1880, 1904, 1906, 1908, 1912, 1916, 1920, 1922, 1923, 1924, 1928. etc.
Imágenes y retablos
Retablos dedicados a la Virgen del Pilar, con titularidad histórica, han tenido templos de Pamplona, Tudela, Arróniz, Cirauqui, Estella, Lerín, Otiñano, Artajona, Santacara, Navascués, Sangüesa, Uztárroz, Lacunza, Cascante, Cortes y Valtierra. El monasterio de La Oliva contó también con un retablo, obra que Madrazo atribuye a Ramos Benavides o a Manuel Guiral. En otras iglesias se pusieron bajo su titularidad, generalmente con imágenes nuevas de Olot, algunos retablos antes dedicados a otros santos.
En tierras de Navarra, tan vinculadas al Camino de Santiago, la escena de la aparición de la Virgen al apóstol la encontramos en distintas localidades. De particular importancia por su cronología es una tabla del retablo renacentista de la parroquia de Intza que representa la Venida de la Virgen a Zaragoza. Recientemente María José Tarifa ha estudiado el conjunto, atribuyéndolo al taller de los Oscáriz y se ha detenido en la importancia que revista la citada tabla, señalando fuentes grabadas que la pudieron inspirar. Un poco anterior en el tiempo, a mediados del siglo XVI, se debe datar un relieve en alabastro policromado conservado en una colección particular de Tudela. Se trata de una obra de filiación aragonesa. Está realizada con el expresivismo propio de los maestros zaragozanos deudores del estilo del célebre imaginero Gabriel Joly.
En la parroquial de Santiago de Puente la Reina encontramos el pasaje de la Venida de la Virgen por obvios motivos de relación con el apóstol. Su autor fue Francisco Sainz de Barahona, que en 1742 se comprometió a tallar dos historias para el banco del citado retablo, una con la Venida del Pilar y otra con la Degollación del apóstol, además de otras esculturas.
En Corella sendos lienzos representan el pasaje, uno conservado en el Museo Arrese y otro en el retablo de la Virgen del Amor Hermoso de la parroquia de San Miguel. En Viana se encuentra un hermoso relieve tardorromanista del escultor Juan de Bazcardo en el retablo del Crucificado. En Arróniz, en donde la Virgen del Pilar cuenta con retablo propio rococó, se encuentra un relieve de la aparición en el retablo de la Virgen del Rosario.
Imágenes de especial calidad se conservan en Cortes, Arróniz o Tudela. La primera de ellas es, como se sabe, una obra realizada hacia 1500 en Malinas de Brabante, importante foco de producción y exportación durante la segunda mitad del siglo XV y primeras décadas del XVI. En torno a esta imagen existe una piadosa tradición que la relacionaba con una donación al regreso de la reina doña Blanca de una peregrinación al santuario del Pilar de Zaragoza en 1433.
Asimismo destacan algunas imágenes y relieves de plata. Entre ellas destacaremos la que decora el nudo de la custodia de Urroz-Villa y la que se encuentra en una elegante sacra de las Benedictinas de Estella.
En la iglesia de los Franciscanos de Viana se conserva una imagen pintada por Francisco del Plano dentro del conjunto de retablos de perspectiva o trampantojo que pasan por ser un conjunto único en su género en la Comunidad Foral. Por lo que a exvotos se refiere, la parroquia de Lerín cuenta con uno que refiere el milagro obrado en la persona de Pedro Ibiricu que presenciaba en aquella villa los toros desde la torre el día de la Virgen del Pilar, cayendo desde una altura de «ciento y cinco pies» y quedando ileso , en 1709.
Devoción particular
Entre las piezas que nuestros antepasados colgaban de sus rosarios figuraban pequeñas imágenes de la Virgen del Pilar fundidas en plata u otros metales. En esa costumbre podemos rastrear la influencia de sor María Jesús de Ágreda. Ella influyó en dedicaciones de capillas en su honor en tierras aragonesas y castellanas y entre los sucesos maravillosos que se le atribuían figuran las indulgencias especiales concedidas por la Providencia a algunas de las imágenes de la Virgen del Pilar de pequeño tamaño. A partir del siglo XIX los toscos ejemplares fundidos en metal se sustituyeron, en parte, por otros más finos de filigrana de plata, técnica muy apta para decorar la zona del manto. Además, imágenes de mayores de hasta 30 cms., fieles reproducciones del original y realizadas en plata y otros materiales, se convirtieron en objetos piadosos que los peregrinos y visitantes del santuario adquirían, según sus posibilidades.
Se conservan en distintos lugares de Navarra distintas estampas de la Virgen del Pilar, datables entre los siglos XVI y XIX. Todas aquellas personas que acudían a Zaragoza a visitar la Santa Capilla durante los siglos pasados volvían con fieles reproducciones pilaristas realizadas en grabados ora en papel ora en tafetán, e incluso en pequeñas láminas pintadas sobre cobre. Varias exposiciones celebradas en Zaragoza han mostrado excelentes ejemplares de esos grabados, de modo muy especial la titulada «Huellas«. Grabadores aragoneses y extranjeros abrieron planchas, con distintas técnicas, con las que se estamparon múltiples estampas que viajaron por la península ibérica y fuera de ella, espacialmente a tierras italianas e hispanoamericanas. En la mayor parte de ellas sus inscripciones identifican la imagen y anotan todo tipo de indulgencias que se pueden obtener rezando Ave Marías, Salves o declamando jaculatorias, de modo especial cuando el reloj marca ciertas horas.
Un capítulo no muy estudiado pero interesante es el de las medallas con la Virgen o con su aparición, realizadas en plata, plata sobredorada con marcos de filigrana de plata en muchas ocasiones. Algunas ovaladas, circulares o poligonales en bronce son acuñaciones romanas de los siglos XVII y XVIII que presentan en su reverso devociones tan aragonesas como los Corporales de Daroca o San Benito. Los esmaltes son más raros. Colgantes con miniaturas o delicados esmaltes completan este capítulo tan ligado al alhajamiento femenino a partir del siglo XVI.
Finalmente hay que hacer notar que a Navarra, como al resto del mundo católico, llegaron desde siglos atrás numerosos Agnus Dei o placas de cera bendecidas por el Papa en ciertas ocasiones y con un rito propio y a las que se les daba altos poderes contra la tentación y el mal. Como indica su nombre, en el anverso aparece en relieve acuñado el Cordero, símbolo de Cristo. Los reversos recogen a lo largo de la historia y según las circunstancias, santos recién canonizados y distintas iconografías entre las que se encuentra la de la Virgen del Pilar. Siempre aparecen datados en el primer año del pontificado de los Papas y en el séptimo, con las correspondientes armas heráldicas.
Diario de Navarra
12 de octubre de 2009